sábado, 19 de noviembre de 2016

RECUERDOS QUE ROBA LA LUNA



Cada vez que la abuela  Concha venia a cuidarla mientras su madre hacía el turno de noche en el hospital, le contaba una historia, que no era más que una vivencia suya, a la que añadía personajes o situaciones  para que resultase más fantástica, mágica o heroica, según la ocasión y las peticiones de la niña.
Julia le preguntó un día que porque nunca le leía los cuentos y siempre eran inventados; la abuela respondió que porque se  le habían olvidado las gafas. 
No era cierto. Nunca había aprendido a leer. A los ocho años ya había empezado a coser dobladillos de pantalones  en el taller de su pueblo, para poder sobrevivir a la pobreza de los años cincuenta. 
Su padre había desaparecido en la guerra y su madre no quería que la niña sufriese la dureza  del campo como ella y sus hermanos, así que decidió que en el taller al menos trabajaría  a la sombra y aprendería un buen oficio. Por la noche, Concha inventaba historias de doncellas y galanes, de cuélebres y xanas, de amores y venganzas; y como no sabía escribir se las contaba a sus compañeras del taller que incluso apagaban la radionovela para escucharla. Hubiera sido una gran escritora.
Así que cuando nació su nieta, comenzó de nuevo a inventar aventuras de osos que lloraban, de manzanos que hablaban, de brujas buenas y de piratas solidarios. 
Un día Julia se percató de que las historias cada vez eran más extrañas y tristes; como si no tuviesen un hilo conductor, como si no tuviesen fin y se mezclasen los protagonistas de unas y otras.
-¡Abuela, no te entiendo! -le decía Julia
- Creo que alguien me roba mis recuerdos por las noches.
-Julia preocupada le dijo: ¿pero quien? 
-No sé, tiene un nombre raro.
La niña preocupada le contó a su madre que a la abuela alguien le quitaba recuerdos y que debía llamar a la policía porque en algún sitio tenían que estar.
-No es un ladrón Julia. Es una enfermedad. Yo misma, le conté lo del robo. Lo hice como a  ella le gusta, inventandome una historia para no preocuparla. Tiene recuerdos, pero su memoria no le permite acceder a ellos ya que tiene un candado y hemos perdido la llave.
El cielo en noviembre, mostró la luna más grande desde hacía muchos años. Era redonda, luminosa y cercana. Esa noche Julia le propuso a Concha ser ella quien le contase la historia.
-Abuela, mira al cielo. Ves que grande es la luna?
-Si, parece más grande Maria.
-Abuela yo no soy Maria, soy Julia.
-Eres Maria, eres mi hermana pequeña y no llores que está vez no te voy a quitar tu muñeca, -Julia lloraba sin consuelo-.

-Vale abuela, mira al cielo y escucha:
- ¿Sabes porque está enorme esta luna de noviembre? Porque está ocultando  los recuerdos que te faltan. Todos están en la cara oscura. Ella es quien te los quita por las noches. Los está guardando porque tiene miedo que tu no puedas conservarlos.Son demasiados... Detrás de la luna están las historias de todos los abuelos del mundo. Esta tu boda, tu primer beso, mi nombre, el tuyo, tu playa, la cara del abuelo y el día que nací yo. Nunca se perderán. Son tantos que la luna tuvo que hacerse tan grande para esconderlos.

Su madre la reprendió:
-¿Que le dirás cuando sea cuarto menguante o cuando se cubra de nubes?
-Nada, no le diré nada, porque ya no se acordará ni  quien es la luna.

Hoy Julia es médica especialista en neurociencia y no tiene otro deseo más que entrar en la cara oculta de la luna y recuperar los recuerdos de todos los abuelos que como Concha murieron sin recordar los nombre de sus nietos ni la fecha de sus cumpleaños. 



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