viernes, 28 de octubre de 2016

OTOÑO TARDIO








Estiras las tardes amarillas y te  empeñas en sujetar las hojas que ya desean  desprenderse de una vez  y  desvestir al  árbol, agotadas de tanto estío; mustias, ocres,descoloridas.


Quieren volar y llenar de alfombras coloridas y crujientes los bosques, los parques y las calles de mi pueblo. Intentas detener los vientos del norte y  los del nordeste; empujas a los del sur aún cálidos y preñados de recuerdos de mar y texturas de arena. Te aferras a las pieles todavía  doradas,  y como yo, buscas mil disculpas para no dar paso a la siguiente etapa, a la sensatez, a la madurez . Pero inexorablemente deberás rendirte y dejar paso a lo que el calendario impone, a la noche  de difuntos, al samain, a los crisantemos, a las mañanas blancas y escarchadas, a la mutación necesaria para que la vida siga;  para que el cielo se llene de alas nuevas  y los cables de la luz sean las líneas de un pentagrama, en que cada pájaro posado en ellos parezca  la nota musical que compone la melodía  de valses y polkas que llegan de las tierras del norte.



Bailan  tranquilos, armoniosos,   presagiandote,  querido otoño, para contemplarte y vivirte, porque tu no eres una estación;  eres un estado de ánimo, un sentimiento contagioso para quien sabe con que ojos descubrirte, para  quien no se conforma con verte a través de una ventana y se funde contigo sintiéndote bajo los pies y sobre la cabeza.


  
Serás efímero, como todo;  dejarás desnudo el paisaje y las puestas de sol tornaran del oro al bronce y desembocarás sin remedio en el invierno, igual que yo.




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