domingo, 6 de noviembre de 2016

CURANDO FRACASOS



CURANDO FRACASOS














Pensabas que era suficiente con dejarte engañar en pequeñas dosis, para mantener una vida tan artificial como falsa. 
Que aferrandote el ayer y  a  los buenos recuerdos, podías obviar el presente lleno de borrascas y marejadas. 
Negabas el otoño para que los vientos del sur no te arrancaran las hojas de la memoria de los tiempos felices; sin darte cuenta que para renacer hay que desnudarse primero y morir un poco después.
 Preferías la jaula cómoda y caliente antes que la libertad fría  e incierta, porque tus alas se habían quedado inertes del miedo a volar por otros cielos y de aterrizar en otros tejados.
Creías que nunca madurarías a fuerza de experiencias y te lamiste las heridas por no cerrar puertas y acabar capítulos.
 Fuiste cobarde y no pudiste regresar por el mismo camino, como otras veces, porque se había derrumbado a tu paso; incapaz de desprenderte, de oxigenar, de sacudirte, de soltar tantos nudos...

Te negabas a aceptar que el mundo no se para por una vida rota, ni por mil  corazones frágiles y vulnerables, como el tuyo, al que se le ha caído el caparazón y  le golpean fuerte  los mínimos soplos de aire, y hasta le quema el tímido sol de enero.

El alma herida deberías saber que hay que curarla, reconstruirla y coserla mientras que el mundo sigue girando. 
No te queda más que escribir cada día, en la hoja en blanco de tu vida, el siguiente capítulo en el que tu serás la heroína de tu historia, porque habrás aprendido a enfrentar tus errores y a empezar de nuevo mirando a ese futuro al que temes.
Da unas puntadas al corazón, maquillate los sentimientos, ponte los tacones; que nadie sepa que hoy estuviste en la casa inacabada del río Andayon, buscando consuelo y te cruzaste con él en la puerta y no te importó que te viera.