lunes, 19 de diciembre de 2016

SALI A DESPEDIRME DEL OTOÑO



DESPEDIDA DEL OTOÑO. HOLA INVIERNO.




Salí a despedirme del otoño, de la seronda que quiso ser primavera; azul, templada, florida, trastornada de sol,  incluso confundida con estío. LLovían hojas ocres y anaranjadas y se lamentaban los árboles quejumbrosos del camino, pudorosos ellos; por dejarlos descarnados y tiritando.

Me encontré al viejo soplando suave aún, con la nariz roja,  su saco lleno de copos de nieve su corbata blanca de escarcha, su halo de niebla, su sombrero de nubes negras, sus ojos llenos de lluvias.
Llevaba un traje gris oscuro color panza de burra vieja,... como enero. Amenazaba a los árboles con doblarlos con rayos y tormentas de truenos ruidosos, a las aves con deshacer sus nidos, al sol con adormecerlo casi cien días y al cielo con cubrirlo de colores oscuros que van del gris perla al azul marino y a la noche con taparle todas las estrellas. 
Le pedí que me guardara un poco de luz en una caja de zapatos para abrirla los días aciagos y oscuros,  y le presté mi gorro y mi bufanda de colores para que se abrigase  cuando le diese la tos, y no encontrase leña para encender  la hoguera.
Cuando quise darme cuenta el otoño había emprendido su viaje y me decía adiós dejando  tras de si, un abrumador silencio interrumpido por el crujir  de la última hoja que caía sobre el eterno Camino de Santiago, bajo la luz tenue, mortecina y escasa de una tarde de mediados de diciembre, mientras la belleza desnuda del bosque, espera la joven y bulliciosa primavera. Y dije ¡hola invierno! con las manos en los bolsillos.

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