El verano ha muerto. Todos los esfuerzos por salvar su vida han sido inútiles. Adiós operación bikini, melón con jamón, tinto de verano, sidra asgaya; hasta siempre fiestas de prau y bolos de hierba . Contigo te llevas el bronceador protección 30, el after-sun, las gafas de espejo, la camiseta de tirantes, la sombrilla de rayas azules, la piel con sabor a sal, y el abanico . Hay quien dice que no estás muerto, que andas por Benidorm, ligando alguna nórdica grandona y colorada como un tomate .
Otros dicen que te secuestraron en el Carmín y que piden 30 cajas de sidra por tu rescate, que igual te liberan en Astursella. Se comenta que realmente has muerto de encharcamiento o de un ataque de bruma y orbayu, incluso hay quien se atreve a asegurar, que estos días reapareciste en Valencia de Don Juan o que has perecido en plena juventud, en una noche de tormenta. Para los que te apreciábamos, es una pérdida irreparable; echamos de menos tu abrazo cálido, y lo sustituimos por una mantina de noche y una rebequina de día; la humedad nos encoge por momentos. Ya no sabemos si existe el horizonte o ha desaparecido contigo.
Si alguien te tiene retenido, por favor que te suelte para la fiesta de Santullano. Ofrecemos una caja de sidra más, tres bollos preñaos y cuatro raciones de costilla. Y si de verdad te has muerto, es una putada grande.
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